Jambalaya

'Jambalaya' no es pueblo sureño, tampoco un paso de baile, un estilo de sombrero o un modo de cruzar la pierna.
Es un platillo a base de arroz, que puede llevar, indistintamente, jamón, pollo, chorizo, langostinos, pescado, chile y pimienta. Semejante a la paella.
Sobre este plato al fuego, se han realizado más de cuatro versiones; desde los legendarios Creedence Clearwater Revival y Carpenters, hasta K-Paz de la Sierra y Los Felinos.
El ritmo de 'Jambalaya', en todas las versiones tiene semejante música, no así su letra en el caso de las versiones mexicanas.
El autor de la versión original fue el texano Roy K. Orbison, autor también de 'Pretty Woman' y 'Blue Bayou'.
Una despedida, la noche, cerca de un brazo de agua del Misisipi (el bayou).
En fin, una canción sin mayor pretensión que incrustarse, simplemente, en el 'soundtrack' de algunas vidas.




De Carpenters a Creedence Clearwater Revival:


Versión felina:


Para finalizar:


Finales felices


Vuelve el alma al cuerpo cuando en la película la tragedia va diluyéndose, presenciando la entrada triunfante de la felicidad para los protagonistas.
Con ese buen sabor de boca nos incorporamos del sofá y continuamos con nuestra vida.
Las películas de Hollywood, en su mayoría, tienden a seguir ese ritmo en sus producciones: efluvio del capitalismo, el ‘american way of life’.
En los últimos meses he visto en casa varias piezas del llamado ‘cine de arte’, y ninguna de ellas termina con final feliz; simplemente, concluye.
Quizá la clasificación se deba a que este tipo de historias tienen un acercamiento impecable a la realidad.
Baudrillard, decía: ‘Existe algo más fuerte que la pasión: la ilusión. Existe algo más fuerte que el sexo o la felicidad: la pasión de la ilusión.’
No sé mucho de finales felices, sí de momentos felices; pero puedo dar cuenta que la ilusión es idóneo ingrediente de la ensoñación. El ejemplo clásico es el de Dante y Beatriz. Dante no consiguió hablar nunca con Beatriz; si hubiera conseguido hablar con ella, y no digamos si se hubieran casado, no habría 'Divina Comedia'.
Una ilusión de final feliz para nuestras vidas; una ilusión de que nunca sea muy tarde para algo que deseamos. Puede ser, porque es ilusión, y esa es la materia con la que trabaja diariamente el ser humano.
Que nuestras vidas sean lo más proclive a nuestros sueños. Es bastante.
Y si se puede, que tengan un sonoro y memorable ‘soundtrack’.

Infinito


En mi infancia destiné una semana de vacaciones para contar y contar, a fin de acreditar que los números sí tenían final, que se podía llegar a su frontera y no había forma de nombrar el siguiente.
No recuerdo bien a cuál llegué, pero desistí de la hipótesis, concluyendo que era verdad  lo que me habían dicho.
Otra fijación fue el infinito;  no podía creer que el espacio siguiera más allá de nubes, cielo, estrellas, planetas, sistema solar;  debía de existir un final, una pared, un ‘hasta aquí’.
No pude viajar para comprobarlo, pero debe ser algo parecido a los números.
Los reflejos de los espejos una y otra vez; también debían tener un límite de reproducción, probé con uno grande frente a un espejo inmenso; la imagen se representaba en dimensiones más pequeñas cada vez, pero ni el último que percibía daba muestras de reflejar la nada.
En algún episodio de mi vida amé, y amé, y luego más; pensaba si se podía sentir tanto o, existía un lindero, un desfiladero como señal. Y no supe más de ese amor, quizá se resbaló en la cañada.
Con todas estas premisas sin resolver, solté ese afán de buscarle un linde al infinito y me acomodé en el tinglado estelar.

Onomatopeya del beso



'La eterna primavera', Rodin, 1884.
 
 ¡Mua!
¡Chuic!
¡Smack!
¡Chuu!
¡Suc!
¡Glup!
Como suenen, pero que sea en el mar de tus labios, esos sabor a espresso café.
Como suenen, que me acerquen a esa llanura tibia donde se juntan las aguas,
bordéame con tus manos mi cintura,
déjame dibujar con las mías espirales sobre tu espalda;
enhebremos hilos invisibles que nuestros cuerpos fundan,
responderte con la misma vehemencia de tu convocatoria,
recorrámonos sobre la ropa, mientras los continentes que han de ser nuestros esperan la siguiente ocasión.
Besarnos de la sala a la cocina, de la alfombra a la escalera,
y que también la ternura se haga beso cuando paso por el reverso del sofá y me inclino a hacerte una corona de ellos.
Volcán, ladera, llanura, siémbrame suspiros, aunque no se tenga tan clara su propia onomatopeya.

Imitación



Me dan ganas de desearle, o lo original o lo alternativo
 (aunque sea marca 'Patito', a la gente que usa réplicas).

En todas las épocas la magia de la réplica ha atraído, pero ¿será ésta donde se convirtió en obsesión capital?
Observa a su alrededor y llega a tus propias conclusiones.
Las bolsas de millones de mujeres, sus carteras, los lentes de hombres y mujeres, las camisetas, los pantalones, los relojes, las maletas, los perfumes, los tenis, la joyería, es muestra de la victoria de la clonación, de la inclinación al mimetismo, del contagio del remedo, de la pasión por la copia. [También del auge del mercado donde se sacrifican derechos laborales].
Prada, Gucci, Tous, Chanel, Louis Vuitton, Fendi, Loewe, Ralph Lauren, Calvin Klein, etc.
La doctora Susan Blackmore explica, a través del ‘meme’, la imitación de objetos, ideas, valores, creencias, a modo de mensajes, que se extienden en sentido vertical u horizontal, con el fin de copiarse sin fin. Así, la moda minimalista, los destinos de viajes, las dietas, las palabras, los gestos, la posición de la gorra, hasta los mismos dolores;  estamos rodeados de memes, ¿y qué hacemos con ellos? pues los replicamos.
Somos casi idénticos unos y otros, eso lo ha dicho la biología.
Ahora la sociología, como complemento, dice de las otras meméticas o innumerables copias de la condición humana. O sea que, además de serlo, queremos mostrarlo, y así vamos todos, o casi todos, subidos al mismo vagón donde nos copiamos incesantemente entre sí, diciendo las palabras que escuchamos del otro, los gestos del de enfrente, el modo de vestir del de al lado, y encima copiamos todo lo susceptible de ser replicado, que partió, a la vez, de otra reproducción.
Realidades formateadas. 
Qué vida.