De recetarios y trozos

Referirme a una película de 1.21 minutos que la vi en trozos; 7 para ser exacta, quizá no sea elemento para recomendarla; pero daré razones, y puede cambiar la primera impresión.
Bien.
El miércoles de la semana anterior, en un momento de reposo, puse en el aparato reproductor la cinta 'Julie & Julia'. De entrada, me gustó la voz aflautada que hace la genial Meryl Streep en su papel de Julia Child. También la energía de Amy Adams, como Julie Powell. Empezaba a comprender el entorno cuando una llamada inesperada, algo urgente por hacer.
Al día siguiente, colocada en el punto de la historia donde la suspendí, supe de la pasión de ambas protagonistas por la cocina francesa; por algo, no avancé más de un par de episodios.
El sábado me dije: 'hoy la termino de ver'; no hubo espacio. El domingo temprano la volví a poner, situándome en el episodio que seguía; me abrazó un sueño matutino, de esos que no se despedician, aunque se enfrié el café.
El lunes y el martes; breves siestas vespertinas, motivadas por un cansancio fatal, dejaron la película correr.
Esta tarde le abrí espacio exclusivo; me sentía como quien tiene una tarea por hacer, y que posterga, posterga.
No es la intención contar la trama; únicamente compartir (y corroborar una vez más) que las pasiones por algo que se descubre, son el guión de la vida, con todo y sus crestas y valles.
El amor de pareja, que no es parte fundamental de la historia, la convierte en una delicia. Devuelve, incluso, la confianza, el sueño, en poder amar así.
El soundtrack no tiene despercidio; tampoco la fotografía; los olores, los consejos culinarios, la fortaleza de la constancia, en fin.
No es de las mejores películas de mi catálogo personal, he de admitirlo; sí la única vista en tantos trozos.
Ahora que investigo la ficha de la cinta, me entero de su crítica positiva; que fue filmada en 2009, y más.
Se la recomendaría a una amiga, a un amigo, que quiera pasar una tarde o, varios retazos de días, presenciando la historia de dos mujeres, apoyadas por sus respectivas parejas, que soñaron con hacer de su pasión un recetario, para compartirlo.
Pd. Amo la cocina de fin de semana, sin prisas, con jazz de fondo, una copa de tinto por ahí, y en buena compañía. Investigaré si "Mastering the Art of French Cooking', se encuentra publicada en español; y les cuento.

Barco de papel

Navega el barco de papel en el río de Heráclito.
Va contento, desafiando piedras y ramas.
Y aunque lo sepa, continúa.
¿Quién no?
También seremos papel mojado.
En tanto, navegamos.

Si la imaginación llevase nombre


Si la imaginación llevase nombre, sería el de Henri.
El douanier Rousseau, cuyas banderolas le gustan tanto a mi amigo Mau, quien amablemente me lo presentó; es un célebre pintor francés (1844-1910).
Máximo representante del arte ‘naïf’ [reflejo de una aparente sensibilidad infantil, con matices poéticos, fantásticos y exóticos].
Rousseau, nunca viajó a la jungla, pero sus cuadros más representativos son de escenas selváticas; su inspiración provenía de libros, jardines botánicos y el propio Zoo de París. Henri nació en una torre medieval, intentó estudiar derecho; luego se enroló en el ejército, fungió como agente de aduanas y más tarde, recaudador.
Como pintor declaró que no tuvo otro maestro que la naturaleza.

Con poco más de cuarenta años comenzó a pintar de lleno, siendo reconocido por sus pares, como Matisse, Picasso, Gauguin.
Henri Julien Félix Rousseau, nos legó, fundamentalmente, escenas oníricas intuitivas, coloridas; a ellas podemos entrar sin pedir permiso;  con ganas, a veces, de quedarse ahí, sentado entre sus cincuenta tonalidades de verde.


Ya no está...

Hoy lo supe. Lo vi, viví y sufrí.
Aquella clásica tienda de patines, juegos de mesa, muñecas de trenzas, osos de felpa y tantas cosas más. Ahí se quedaban rondando mis sueños de infancia, aún con las cortinas abajo.
'Juguetilandia' era su nombre; enclavada en una calle fundamental. En el inmueble, ahora, un negocio de objetos chinos a precios bajos, de mala calidad.
La provincia no se salva de la globalización.
Ya no hay esperanzas de charlar con el dueño del negocio, o su esposa, o uno de sus hijos, explicándole la necesidad de algún producto en especial, lindo, único.
Lo último que pedí fue una caja de música, y me ofrecieron una alemana, hermosa.
Hoy día la oferta está en las grandes tiendas departamentales, frías, uniformes, anodinas.
Nadie se interesa en deseos de clientes,
Las pequeñas tiendas de la esquina llevan el mismo ritmo: Oxxo, Super 10, y tal.
La deshumanización está ahí, también.
Grandes capitales gobiernan lo que un día fue cosa de dos: propietario y cliente, vínculo cercano.
Si cerró 'Juguetilandia' por no poder hacer frente a empresas transnacionales, todo puede pasar.
La niñez queda a expensas de lo que los supermercados ofrezcan. Suelen ser olas de moda, colectivas.
Adiós a la singularidad.

Todas las lágrimas

Un día cualquiera, ellas se convocaron detrás de sus ojos.
Tenían tiempo de no salir, deseaban rodar, marcando un camino; o bien, saltar en caída libre.
Fue así que convencieron al corazón, a la memoria, a la misma tristeza y desaliento para que produjeran sensaciones que las dejaran salir en hilos cristalinos.
Y ocurrió: las lágrimas hicieron presencia desde esa última noche hasta la mañana siguiente.
Salieron todas.