Entre el relámpago y el trueno

Desde la montaña,
reclamó el relámpago al trueno:
¿Por qué siempre me opacas,
y a las tinieblas espantas con tan rudo frenesí?
Soy la luz que avisa, pero hasta que se hace sonido,
las personas toman consejo de tan vehemente tronido.
¿Qué privilegio hay en ti,
a qué ley de injusta guerra
llegas a la tierra,
siempre, extrañamente, eclipsándome a mí?
Vienes previamente -responde el trueno- impasible,
soy el sonido, no la chispa, ni luz,
el sonoro hueco;
en ti se fija la idea.
pero la humana ralea
que siempre el dolor fascina
desprecia lo que ilumina
y admira lo que vocea.

[Texto encontrado hoy, al poner orden en baúl de documentos importantes y apuntes sueltos; justamente en tiempo de luces y sonidos en el cielo, como esta noche].