Sueño con serpientes

“Soteuela”. Almonte, Valentina. (Acosta, 2021). Colección particular.

A mis casi 54 años, sueño con serpientes. Cada vez más. 

Las mato, y aparece una mayor.

“… Ésta al fin me engulle, y, mientras por su esófago paseo, voy pensando en que vendrá, pero se destruye cuando llego a su estómago, y planteo con un verso una verdad…”(Rodríguez, Silvio. Album “Días y flores”. 1978).

Matando serpientes, vestidas de pesadillas, voy a diario. Lo que no hice, aquello que permití. Han pasado tantos años: y no logro despedir esos pequeños infiernos. 

Evitaré nombrar, hoy, a Bertold Brecht, porque aunque he luchado toda la vida, no me siento imprescindible. Soñamos con serpientes los que somos buenos, y los que no. Quienes alumbran, y son oscuridad. Los valientes y cobardes. 

En la infancia, algunos vivimos momentos violentos, abusivos, de miedo, y no siempre se logran olvidar. Ponemos una especie de pegamento invisible, para que los demás no lo noten. O si ven las roturas, se sorprendan con la reparación de oro. Como el jarrón japonés. La técnica del “kintsugi”. La filosofía que se centra en unir las piezas mediante una resina rociada con polvo de oro, plata o platino.

  1. La fractura
  2. El armadom
  3. La espera
  4. La reparación
  5. La revelación

Habrá fisuras brillantes, estéticas, hermosas o figurativas.


No son las mías.


Con los años, no se corta uno en decir que se sueña con serpientes.


Como en épocas anteriores.


La infancia: el temor, el abuso, la violencia.


La adolescencia: más temor, inseguridad y violencia,


Una vida por fin, medianamente, tranquila, pero sigo soñando con serpientes.


A la vez, sigo buscando la escafranda al pie del mar de los delirios.

Gracias, Silvio.