14 años de resistencia


Durante este tiempo, sentí extraña singularidad por no sumarme a presenciar la cinta que, en su momento, fue considerada la producción más costosa de todos los tiempos.
Rebeldía a sus 11 premios de la Academia; a no agradarme ni el galán de la historia ni la canción emblemática.
Nada me interesó de la película, certeza que superó una década y prosiguió en el tiempo.
Pero cómo iba a imaginar que la curiosidad infantil por los fenómenos naturales, incluidos los icebergs, iban a provocar, no únicamente que me sentara a ver ese filme 195 minutos de mi existencia, también:
- Buscar disco en versión original y traducida, hasta encontrarlo.
- Identificar lecturas de información técnica, para hacer frente a preguntas.
- No entender una broma, de momento, de que no revelase el desenlace después de ver el filme.
Como consecuencia extrema, pronunciar esta mañana, con vehemencia: ¡Si tú saltas, yo salto!
Y en la causa y efecto, mis amores: lo único que podía justificar mi dimisión de ese ‘petite comité.  
La lección se constata: 'Never say never again'.
He visto ‘Titanic’, hace un par de semanas, lo confieso.