De personas entrañables, como mi tío Toño

Al formar parte de una familia numerosa, me acostumbré desde la infancia a que varios de mis tíos y tías del lado paterno, al saludarme, no me identificaran por mi nombre; incluso, me preguntaran "¿tú de quién eres?". De "Eugenio", era siempre la respuesta.
Con el paso del tiempo los comprendo, porque a veces me ocurre lo mismo.
De todos esos hermanos y hermanas de mi padre que conocí -más de quince- guardo especiales recuerdos. Por ejemplo, los que siempre me daba gran gusto ver: Manuel y Gela. Otros de singular personalidad que admiraba: Enrique y Vicente; cariñosas y con sentido del humor: Nora y Pilar; activos y solidarios: Carlos, Ángel, Feliciano, entre otros.
Uno que veía -desde niña- siempre apuesto y con un caminar elegante, era mi tío Toño.
No fue en mi infancia ni juventud cuando tuve oportunidad de tratarle.
Pasaron varios años para descubrir en Antonio Revuelta a una persona con quien compartiría, además de la misma profesión, varias amistades, momentos y lugares predilectos, como las cafeterías de los portales.
Mi tío Toño, abogado postulante, con quien un día logramos que la justicia federal decretara la libertad de un campesino de escasos recursos que disparó en defensa propia; profesor del Instituto Estatal de Formación Policial, razón para coincidir en buenas amistades como don Panchito -el mejor armero e instructor de tiro en Michoacán- y el atento licenciado Carlos Vega.
En su faceta de chef por pasión, que comenzó con 'La Cabaña Pasiega' y terminó con 'La Revuelta', muchos gozamos de sus recetas (secretas) para preparar chamorros, carnitas, lengua, uchepos y mágicas bebidas digestivas. 
Recuerdo un día que compartimos con mi amigo Jaime y otras estimadas personas, viandas inusuales a base de venado, huilotas y jabalí, que con tanto entusiasmo preparó. 
Asimismo, esas veces que asistía de invitado especial, chef y tío (todo a la vez) a eventos familiares, y nos deleitaba con su presencia y platillos. En su establecimiento celebré hace tiempo mis cuarenta años, y con su ayuda, algunos festejos para mi hija. 
Por la confianza, cariño y cercanía, fue el único tío de quien me despedí al venirme a vivir a España; también a quien le presenté personalmente al que hoy es mi compañero y esposo. Creo que le simpatizó.
Don Antonio Revuelta, hermano de mi papá, con quien tuve la fortuna de congeniar más de lo que puede esperarse de un tío. 
No fue un santo, tampoco un demonio (simplemente, como tú o como yo, con defectos y virtudes).
Un hombre que se sentía dichoso por tener buenos hijos y cariñosos nietos, grandes amigos para compartir especiales momentos, además de disfrutar otras actividades, entre ellas, expresiones del arte, como la música (clásica, folclórica e instrumental) y pintura.
Sonreía de lado, mostrando en ese gesto un sabor intenso como el de su salsa de cacahuate; era generoso y creativo como su legendario "pico de gallo".
A mi querido tío Toño lo recordaré cercano y cordial, a veces serio, otras contento, pero siempre confiable; él, quien sí conocía el nombre de mi hija y la llamaba por su nombre.
Por la distancia, no me será posible asistir a sus exequias, tampoco me vestiré de luto ni pondré un crespón negro en mi emblema, porque ese tipo de expresiones no me van; no obstante, mi tío tendrá presencia en mi memoria y vivencias, hasta que sea momento de subirse al mismo tren que un día tomó mi padre, los abuelos, la mayoría de mis tíos, algunos primos y también, varios buenos amigos.
Así la vida; instantes que se almacenan entre la feliz llegada y la triste partida.