Polvo del camino, que se sacude con una buena ducha al cuerpo y otra al equipo terrestre.
Polvo del hogar, deducible al paso de nuestro dedo índice.
Polvo de estrellas, de lo que estamos hechos, como lo decía Carl Sagan.
Polvo de diamantes, el que mantiene la relativa calma en el caos.
Polvo picoso; de chocolate; para hacer mole; mejorar el guiso; suavizar el cuerpo.
Polvo de arroz para aliviar comezón; de la madre Celestina; de ‘pica pica’; de pinole; el sexual breve; el que se muerde.
O polvo después de la muerte, para no ocupar mayor espacio, cerciorarse de ella, imagen cósmica de asimilación, puerta de travesía, destino ligero.
Polvo, en eso nos convertiremos, dice el miércoles primero de la cuaresma.
Y si toda esa mitología no existiera, polvo… enamorado.