Tar Baby

Percibiendo sublimados mis sentidos, pongo el separador en la hoja 46, pago la cuenta del café y, bajo la escalinata del viejo teatro, rompiéndose mi cavilación por un murmullo inesperado en su vestíbulo. Hay un concierto de la Orquesta Sinfónica de la localidad.
No leo el programa, quizá por eso me sorprenden las voces de Lakmé y Mallika, que se hacen tierra. La invitación de ir a recoger lotos azules, pasa del dialogo entre las figuras femeninas, para llegar a un violinista que, detrás de ellas, invoca, concentrado, seguir la corriente fugaz en el agua temblorosa, llegando al borde de la cúpula espesa.
El violinista roba mi atención desde ahí, en 'From the New World' (Dvorak), es su vigoroso movimiento el que me concentra; a decir verdad, son sus ojos cerrados; en el Concierto para Dos Violines en A menor (Vivaldi), ya estoy poseída por su cadenciosa vehemencia. Sigo sin ver sus ojos, pertrechados en unos cristales que a la luz rebota.
Afuera, aquel violinista impetuoso, se disculpa por el roce de su estuche.  
Interrumpiendo el dialogo dilatado, me dice que me quiere regalar algo, pienso en su violín y se me ocurre pedirle de Tchaikovsky, el primer movimiento del Concierto en Do mayor. No me deja enunciarlo siquiera, cuando saca de su maleta un saxofón.
Me dice: escucha mi versión de ‘Tar Baby’ (Sade): coordenadas: http://www.youtube.com/watch?v=uw63W7HBpgM
Contraída, recorro con mis manos mis piernas y, vuelve a mí la esencia de la última lectura antes de esta extraña vivencia.
"El encuentro erótico comienza con la visión del cuerpo deseado. Vestido o desnudo, el cuerpo es una presencia: una forma que, por un instante, es todas las formas del mundo. Apenas abrazamos esa forma, dejamos de percibirla como presencia y la asimos como una materia concreta, palpable, que cabe en nuestros brazos y que, no obstante, es ilimitada. Al abrazar a la presencia, dejamos de verla y ella misma deja de ser presencia. Dispersión del cuerpo deseado: vemos sólo unos ojos que nos miran, una garganta iluminada por la luz de una lámpara y pronto" (Octavio Paz)
Invocando el ut, re, mi fa, sol, la, s, pedimos clemencia a San Juan, no para que sus siervos puedan exaltar a plenos pulmones las maravillas de sus milagros, disolviendo  los pecados de labios impuros; sino para que, la pureza de la savia ardiente que se derrama de las comisuras, haga del pecado, la carne que ‘Tar Baby’ devorará en la versión, que la noche más última se imagine.