Felicidad

Hace minutos que terminé un artículo sobre la felicidad en el contexto del ejercicio del poder público; me quedaron cabos sueltos.
En nuestro tiempo no hay infeliz que no quiera serlo: Zoloft o Prozac para la depresión, melatonina para juventud y sueño. Viagra para la impotencia, Serotax contra la timidez, Aurix contra la fobia social.  Y ese polvo de diamantes para la ansiedad.
Grandes pacificadores sociales. ‘Lifestyle drugs’ modo de vida de nuestro tiempo que deciden estilos para la alegría de la adaptación.
Dicen que la felicidad interesa más a mujeres que a hombres; empero, en ambos sexos la idea de la felicidad se relaciona con la satisfacción de las grandes motivaciones humanas, las cuales, simplificando mucho, pueden reducirse a dos: el bienestar (físico y afectivo), y el aumento de posibilidades.
Situación sumamente contradictoria: el bienestar es conservador, quien quiere disfrutar de lo que se tiene, está más enraizado en la realidad, aspira a la estabilidad y a la seguridad. En cambio, el deseo de aumentar las propias posibilidades lleva al cambio, a la búsqueda del poder, la novedad, el riesgo. Lo posible tiene más relevancia que lo real. La gran sabiduría consistiría en unificar ambos modos de felicidad.
Existe otra clase de felicidad, que no es propiamente la desmemoria ni la ignorancia tal.
Es que él o ella esté cerca.
Amar es azar, es coleccionar momentos únicos que jamás se perderán.
Amar es la fórmula que da significado a la felicidad.
Y lo amo.