Silencios exquisitos

Haciéndose albornoces con sus pétalos para protegerse del frío, las flores de jardín luchan por la vida, y ahí están: firmes, que no es poco.
Las flores viven y dejan vivir; acompañan con un silencio exquisito y se expresan sólo para ser apreciadas. Se dejan mirar sin necesitar observarnos, nos permiten disfrutarlas sin pedir después nada a cambio. Respiran a nuestro lado, y cuando mueren lo hacen suavemente, como seguramente preferiríamos morir nosotros mismos.
Los cementerios se colman de flores, asumiendo implícitamente que ellas son lo mejor que podríamos haber ofrecido de nosotros mismos: la imagen y semejanza de una existencia donde sin clamor se ama y luce, y sin dolor se desaparece.