Pasillos

Los pasillos, brevísimos por estos días en muchas casas, larguísimos en los hoteles; llenos de rumores en las oficinas.
En nuestra infancia eran insoportables por las noches; ir a la cocina, al baño o, al dormitorio de los padres a través de ese espacio, que oscuro se veía más largo; caminándolos nos hicimos mujeres u hombres, al enfrentar los propios fantasmas.
Los pasillos no sólo sirven para cambiar de habitación, sino para ir de un sitio a otro de uno mismo. Ese es también el sentido de las calles: recorrerte al tiempo que recorres la ciudad.
De los espacios arquitectónicos de nuestras viviendas, los pasillos son más que conectores; inician ahí grandes sucesos que luego rematan en la alcoba, en la cocina o en el jardín; nos acompañan en la creación de la idea o acción que prosigue; vigilan los cuadros que vertebran la vida.
Y otro aspecto más: la maravillosa intimidad en que solemos transitar los pasillos, que nos permite estar con nosotros mismos.