Placeres sencillos



Decimos 'placer'  y advertimos que en el arco de esa palabra se confunde aquello sensorial con otro orden de cosas, uno más interior que sólo cada uno puede nombrar para sí mismo.
Hay placeres que son terreno de los sentidos, otros del intelecto.
Y existen también placeres sencillos, tan simples que pudieren resultar complejos ante los ojos del otro.
En esta imagen, captada ayer en el embarcadero del Lago de Pátzcuaro, la mirada de las mujeres se posaba en la isla de Janitzio, un momento simple pero lleno de confluencias: no tenían prisa para detenerse a mirar; la persona del sexo masculino que sujetaba la mano de la niña, las hacía sentirse libres de cualquier cotidiana atención en ese momento.
Lo externo, lo interno, el gozo, el deleite, la piel y el corazón.
Esos breves instantes de dejar que la mirada viaje sin mayor preocupación, saboreando un mango o acercando suavemente la mano a la boca, dan sentido a un mundo tornadizo, efímero.
Viene bien olvidarse, en instantes, del mundo, para frotar el más íntimo, el entrañable.