Cuerpos

El cuerpo es un puente que va desde el mundo hacia el interior y desde el interior al mundo
tan incesante e intensamente que no podemos distinguir dónde comienza lo uno y
dónde termina lo otro.
Es sensaciones, pensamientos, es un fin y un comienzo, es un mensaje y un enigma.
Se hace un culto de él, se persigue lo placentero, pero no siempre parece haber
una experiencia que repare en él mismo, sino en aquello que puede sentirse a través de él.
Es el disfraz y la desnudez, es la decisión de qué ponerse, que de algún modo es un símbolo
de la vida, de cómo pararse ante ella, de cómo armarse para ir a su encuentro y de saber
cómo despojarse, en el momento oportuno, de esos símbolos de lucha.
Ergo, la seducción no es la desnudez generalmente; está lo que se deja entrever;
mostrarnos como algo digno de descifrar, como un espacio de posibilidades que vamos
a abrir o no.
El cuerpo es esa puerta que abre o cierra sobre lo que se permite y lo que no se permite
y a la vez, delata de dónde venimos y a dónde queremos ir.
El personaje de Francesca, por ejemplo, en “Los puentes de Madison”, cuyo atuendo
no tiene nada de seductor, nos habla más del amor genuino que súbitamente siente,
que si hubiese estado vestida como una mujer fatal.
Así, los signos de la seducción no pasan por la moda sino por lo que aflora y se permite,
por lo que se siente y por cómo se refleja ello en lo que sí se puede ver: el brillo de unos ojos,
el tono de una voz, el movimiento de una mano.