Enemigos

En nuestro tiempo, los enemigos son abstracciones; aglutinados difusos que no hay por dónde tomar, bien para jalar el hilo o, para integrar el calado.
Los medios de comunicación refieren a ‘los mercados financieros’; ‘el narco’; la contaminación’; ‘la inseguridad’, como responsables de las hecatombes que padecemos los habitantes de éste y otros países.
Pero, ¿quiénes son en sí?, ¿por qué nos atacan?, ¿quién puede convencerlos de que cesen sus hostilidades?
Abstracciones que no terminan de llevar nombres, razones, y por ende, impunes a un castigo o, a su desintegración.
Enemigos invisibles que actúan desde una tierra sin nombre, que se hacen sentir, pero sin lugar alguno donde se identifique su asentamiento.
Enemigos, en ocasiones, del estado (o públicos, como la historia de Robert Clayton, del filme producido por Jerry Bruckheimer); otras, de empresas, de intereses oscuros; de nosotros mismos, de nuestros semejantes y de quienes nada son; a veces, hasta del espejo, que va reflejando en los escaparates nuestra imagen en incesante deterioro. Los más declarados son los de los probadores, que martillan a cuatro ángulos.
Enemigos íntimos, del cálculo y la norma, usureros del peligro y el azar, como Páez y Sabina.