Llamado seductor

Walt Withman -hijo de Manhattan, turbulento, carnal, sensual, compartiendo origen con Emerson y Thoreau-; un modo de lavarse a sí mismo para descubrirse una criatura de la naturaleza, conviviendo con fragmentos de estrellas, labios, hormigas, vientos y ansias. En esos días donde se agazapa un momento para leer poesía, sigo encontrando en su obra, un llamado seductor a la vida imaginativa y pasional, al erotismo redentor de los sentidos; paladear el milagro de nuestro encuentro, dejando que los vientos de los dioses etéreos conduzcan el tiempo y su última palabra.
Creo en ti, alma mía, el otro que soy
no debe humillarse ante ti,
ni tú debes ser humillada ante el otro.
Retoza conmigo sobre la hierba, quita
el freno de tu garganta,
no quiero palabras, ni música,
ni rimas, no quiero costumbres
ni discursos, ni aún los mejores,
sólo quiero la calma, el arrullo de tu
velada voz.
(Creo en ti, alma mía; W. Withman; traducción de León Felipe)