Quienes vemos en Morelia la ciudad-casa que nos contiene a diario; la ciudad-origen que nos ha despedido con pañuelo blanco, esperando a que volvamos; o, la ciudad-destino, que acoge gentilmente a quienes transitoriamente la visitan, no podemos dejar de amarla.
En los últimos años, la hermosa Morelia, patrimonio de la humanidad, es escenario de violencia dura. La tranquilidad de sus moradores ha pasado a ser objeto extraviado.
Grupos armados de ambos bandos van y vienen por las calles. Sus encuentros son de pólvora, y siempre ciudadanos ajenos a la ilegalidad y su combate, terminan atravesados por el fuego.
Morelia y sus moradores merecemos paz.
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